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Hábitos ancestralesHormesis y Salud + Exposición al Frio (1ra parte)

A lo largo de la evolución, prácticamente todos los organismos vivos han tenido que adaptarse a condiciones y agentes adversos muy diferentes para lograr sobrevivir, por lo que han desarrollado diversos y complejos mecanismos para lidiar con ellos.

Hoy en día, en el mundo moderno, basta con echar una mirada a nuestro alrededor, para darnos cuenta de que vivimos en un entorno caracterizado por un sinfín de lujos y comodidades que si bien se inventaron con el fin de mejorar nuestra calidad de vida, se aleja mucho del que vivieron nuestros ancestros durante gran parte de nuestra historia como especie. Desde una perspectiva evolutiva, la ausencia de exposición directa hacia estresores como el frío o el calor, nos debilita, incrementando el riesgo de padecer todo tipo de infecciones, resfriados, etc.

Desde un punto de vista fisiológico, podemos afirmar que nuestra biología y nuestros genes, se forjaron ante la adversidad y la variabilidad. De hecho, si estás hoy delante de una pantalla leyendo este artículo, es porque nuestros antepasados lograron enfrentar todo tipo de dificultades, contratiempos y condiciones muy precarias y cambiantes, sobreponiéndose y adaptándose al medio en el que vivieron. Por ello es por lo que podemos afirmar que estamos diseñados para enfrentarnos a ciertos estresores que nos fortalecen y generan adaptaciones que resultan positivas para nuestra salud general. De manera sencilla, este fenómeno se conoce como hormesis”.

En éste artículo que contará con 2 partes, hablaremos del significado de ésta palabra y veremos como la exposición ante el frío o el calor, de una manera coherente y bien programada, puede resultar beneficiosa para nuestra salud.

Del mismo modo en el que tomar el sol en su justa medida, puede beneficiarnos durante todo el año, una exposición indebida e inusual, puede acarrear grandes perjuicios. Igual que sucede con la hormesis, en la dosis está la clave”

HORMESIS

El concepto de “hormesis”, nace en el campo de la toxicología y de manera simplificada, representa el fenómeno que acontece en respuesta a una dosis determinada ante un estímulo o estresor. Es decir, aquello que todos habremos escuchado en más de una ocasión de que : “lo que no nos mata, nos hace más fuertes”.

Aunque hoy hablemos de los beneficios ante la exposición al frío o al calor, el beneficio de la hormesis, de hecho, se traslada casi a cualquier campo. Desde una vacuna ( hecha con el propio veneno o virus en bajas dosis ) hasta cualquier medicamento. Es decir, la administración de dosis relativamente bajas de un medicamento o principio activo puede beneficiarnos y fortalecernos. Sin embargo, en el extremo opuesto una exposición indebida a dosis muy elevadas del mismo, puede ocasionar exactamente el efecto contrario y ser perjudicial para nuestra salud. Por tanto, en la dosis está la clave.

Pongamos por ejemplo, el consumo de café. Si bien una o dos tazas al día en sujetos sanos pueden aportar numerosos beneficios para la salud, el consumo desmesurado de esta bebida en personas que no tengan cierto nivel de tolerancia al principio activo de la cafeína, puede acarrear peligrosas consecuencias. Lo mismo sucede con el sol. Si bien el sol, del que hablaremos en numerosas ocasiones en el blog, es una fuente de información imprescindible para la vida y una exposición medida y coherente puede aportarnos grandes beneficios, exponernos a las 13horas del mediodía un día caluroso de verano, sin habernos adaptado previamente y sin protección, puede quemarnos y ocasionarnos severos perjuicios.

Una vez dicho lo anterior y volviendo al tema principal, nuestros antepasados los “homo-sapiens cazadores-recolectores” de los que hemos evolucionado, contaban con poco más que pieles de animales como abrigo, cavernas salvajes e inexploradas como refugio y hogueras hechas a base de ramas de arbustos (cuando las condiciones lo permitían) para tratar de combatir el frío cuando anochecía.

Hoy en día, por el contrario, en el mundo desarrollado en el que vivimos, resulta extraño e inusual para la mayoría, ver alguien que no disponga de calefacción en su hogar para soportar las bajas temperaturas durante el invierno, o de aire acondicionado para contrarrestar los efectos del calor abrasador del sol, en verano. Incluso una gran cantidad de automóviles disponen de calefacción en los asientos o en el volante. También podemos ver coches de alta gama que cuentan con asientos refrigerados y climatizadores para ajustar la temperatura en verano. En ese sentido, podemos decir que las nuevas tecnologías que nos permiten tener el control de la naturaleza, nos alejan también de tener el control sobre nuestro propio cuerpo, motivándonos a vivir permanentemente en una amplia zona de confort térmico. De hecho, la monotonía térmica nos hace (por ejemplo) gastar menos calorías, convirtiéndose (según concluyen multitud de estudios) en una causa adicional de la epidemia de obesidad.

No se trata de vivir siempre incómodos, sino de enfrentar pequeños desafíos diarios para aumentar nuestra tolerancia y salir fortalecidos, evitando que se atrofie nuestra fisiología. Y es precisamente de eso de lo que trata la hormesis.

En ese sentido, el frio fue (y ha sido siempre) un gran estresor y un viejo conocido para nuestros genes, que tuvieron que enfrentar durante las cuatro glaciaciones que caracterizaron el período geológico del Pleistoceno, durante el Paleolitico.


Nuestros ancestros pudieron adaptarse a los cambios climáticos que trajeron las glaciaciones, tanto en las praderas africanas como en los bosques del Asia oriental, en la tundra y bosque de Europa o en las valles americanos. Este entorno en transformación imponía diversas formas de adaptación, según las distintas áreas ocupadas. No obstante, en contrapartida, hoy en día vivimos en un ambiente térmico “obesogénico” que nos priva de los múltiples beneficios que nos puede aportar el frío del que vamos a hablar a continuación.

EXPOSICIÓN AL FRÍO

Debo decir, que todavía a día de hoy, después de muchos años, lo recuerdo como si fuera el primer día. Cada mañana acudía a mi lugar de trabajo como entrenador personal en el gimnasio de una de las mejores cadenas hoteleras de lujo de mi país y después de realizar una o dos clases, me despertaba un especial interés una de las socias abonadas al club que siempre tenía por costumbre salir a la terraza en manga corta, durante al menos unos pocos minutos, independientemente del tiempo que hiciera y la época del año que fuera. Si hacía calor, la mujer realizaba su entrenamiento y después paseaba por la terraza como de costumbre. Si hacía un frío inaguantable y nevaba, aquella mujer practicaba exactamente el mismo ritual.

Los primeros días debo confesar que siempre estaba al acecho por si pasaba alguna cosa, o si la mujer se encontraba mal. Ya sabéis, siempre me decía “A ésta mujer, le va a dar algo”. Sin embargo, a medida que pasaban los días y sin poder salir de mi propio asombro, al ver que ni un día de los más de siete años que trabajé en aquel lugar, se resfrió o le ocurrió algo peor; me acerqué a ella y le pregunté:

– Edith, ¿Cómo lo haces? Es decir, ¿Dónde está el secreto?

Y todavía recuerdo que ella respondió:

  • En Realidad, ¡Llevo haciendo esto durante más de 50 años! Y nunca he dejado de hacerlo!
  • “Wow”, exclamé.

Y precisamente desde ese entonces, me puse a investigar acerca de los beneficios que podía aportar el frío para la salud.

Trata de no excederte con el frío o corres el riesgo de quedarte como “ Jack Nicholson” en el “Resplandor”.

Estos son algunos de ellos:

  • El frío ha demostrado elevar la Adiponectina,una hormona sensibilizadora a la insulina y antiinflamatoria secretada por el tejido adiposo que tiene un inmenso potencial como objetivo terapéutico de una multitud de enfermedades relacionadas con la obesidad, incluida la diabetes tipo 2, la aterosclerosis y las enfermedades cardiovasculares.
  • Por otra parte, el frío ha demostrado elevar significativamente el metabolismo, facilitando incluso, la oxidación de ácidos grasos.
  • También es conocido su poderoso efecto en nuestro organismo en la producción de calor, al elevar la termogénesis.
  • Además de lo anterior, el frío ha demostrado mejorar la sensibilidad a la insulina, aunque evidentemente no vaya a compensar los excesos de una mala alimentación.
  • El frío eleva nuestro foco cognitivo y nuestra atención a la vez que mejora nuestro estado de ánimo al elevar los niveles de Catecolaminas (Noradrenalina, Adrenalina, Dopamina), unas hormonas que actúan como neurotransmisores en nuestro cerebro y tienen una importante función en la respuesta de “lucha o huida” ante una amenaza.
  • Igual que el calor, el frío libera proteínas de choque térmico. Una de las más estudiadas es la RBM3, que en animales tiene un papel neuroprotector.
  • Según indican algunas investigaciones, la exposición al frío podría presentar beneficios en la disminución de la inflamación sistémica de bajo grado.
  • El frío potencia y fortalece significativamente nuestro sistema inmune.

Sin duda después de un tiempo de investigación entendí por qué Edith llevaba años sin coger un resfriado común.

¿Coincidencia? No lo creo.

Cuando aportamos a nuestros genes lo que esperan de nosotros y reconocen hábitos que han resultado inherentes en nuestras células a lo largo de millones de años de evolución, solo podemos encontrarnos con el camino de la salud y alejarnos de la enfermedad, por eso este articulo no trata de motivarnos a batir el récord del propio “Wim Hof”, actual poseedor de más de 26 Récords Guiness por realizar hazañas increíbles bajo el hielo, sino de exponernos con cierta frecuencia a estímulos como el frío o el calor en contacto directo con nuestro cuerpo, para fortalecer nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu.

Según palabras del propio “Wim hof”, cuyos métodos han sido probados y reconocidos por la ciencia,  «Si elegimos siempre la comodidad nunca aprenderemos las profundas capacidades de nuestra mente y nuestro cuerpo». Wim Hof, considerado por muchos como el hombre de hielo, ha logrado hitos tan asombrosos como:

  • Sumergirse en hielo por casi dos horas.
  • Correr un maratón completo sin agua en el desierto de Namib.
  • Escalar el Monte Kilimanjaro y el Monte Everest con tan sólo un pantalón corto.
  • Nadar 66 metros por debajo de hielo.
  • Correr medio maratón sobre el Círculo Polar Ártico totalmente descalzo y utilizando sólo un pantalón corto.

Incluso En su página web, el propio “hombre de hielo” indica que “debido a que usamos ropa y controlamos artificialmente las temperaturas en el hogar y en el trabajo, hemos reducido en gran medida la estimulación natural de nuestros cuerpos, atrofiando los antiguos mecanismos relacionados con nuestra supervivencia y función básica. Debido a que estas capas fisiológicas más profundas ya no se disparan, nuestros cuerpos ya no están en contacto con este poder interno“.

Ahora la pregunta que seguramente te hagas sea:

¿ Y como puedo poner en práctica los principios de la hormesis exponiéndome al frío de una manera adecuada?

Veamos a continuación, algunos consejos:

  • Tal y como le aconsejo a muchos de mis asesorados en consulta, realizar una ducha de contrastes cada mañana, empezando con unos segundos de agua caliente y terminando con 1 minuto de agua fría puede aportarnos múltiples beneficios como fortalecer nuestro sistema inmune, mejorar la circulación, disminuir la presión arterial, aumentar nuestro estado de alerta, etc.
  • Otra opción, es dar un paseo ligero de ropa cada mañana, como hacía Edith, con las capas justas, de unos pocos minutos de duración.
  • Si eres deportista y debes enfrentar un período de fuertes exigencias competitivas muy seguidas, puedes realizar baños de agua fría al acabar tus entrenamientos, pues el frío puede facilitar la recuperación a corto plazo
  • ¿Eres de esos aventureros que buscan experiencias salvajes? Entonces prueba de bañarte en un lago helado después de una caminata intensa. Solo apto para valientes!
  • Cada vez que tengas la oportunidad, actúa como los Nórdicos Finlandeses, “rebózate” en la nieve fresca después de una sauna bien caliente!

CONCLUSIÓN

Como habrás podido ver, la exposición al frío, de hecho puede aportarnos numerosos beneficios o desagradables complicaciones si nos exponemos descontroladamente o sin un mínimo período de adaptación previa. No tiene sentido creer que en dos días podemos sumergirnos en un lago a catorce grados durante media hora o correr diez quilómetros descalzos por la nieve, sin haber hecho nunca una ducha de agua fría, en cuyo caso podemos incurrir en consecuencias peligrosas como entrar en un estado de hipotermia o congelación. Además personas con condiciones de salud como hipertensión, hipotiroidismo y diabetes pueden ser más susceptibles a los cambios climáticos, por lo que hay que ser precavidos y usar el sentido común.

Tal y como he aclarado en esta primera parte, en la dosis, está la clave, igual que sucede siempre con todo.

Ahora bien, si después de escuchar este articulo te ha entrado el frío, entonces permanece atento a la segunda parte , donde hablaremos mas extendidamente acerca del calor y sus beneficios para la salud.

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REFERENCIAS

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